Tendida en el aire,
dos faros señalaron,
la brisa en mi cuerpo.
Sin un principio o final,
la eterna noche,
se posó en los bordes de mi boca.
Un respiro me palpitó,
los corazones salientes.

La cordura se me desnudo,
en los rincones más queribles
y el canto del pájaro me abrazó.

Embriaguez venida con tu voz,
mis pechos se entregaron a la perdición.
Bajo la suavidad de la última gota,
tus brazos me envolvieron de delirio,
un horizonte se despertó,
y me acogió con un deseoso manantial.
Tendida en el aire,
ese destiempo me cubrió
en un jocoso amanecer.

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