En ese diagonal de la mesa que conecta con tu vértice cómplice de mi té estaba ese! mi telescopio circulante, rodante bordeando tus cejas peinadas, enfiladas-desparejas-trigueñas-paralelas y en aquellos anillos profundos la quietud revolucionaba el segundo momento de tu pestañeo y me perdía en perdición.

La rigidez del cuello intentaba erguirse en cordura a la hora de escucharte mientras buscaba en esos giros cósmicos la misma idea de reírme como un anochecer-anocheciendo.

Una tos recuerda a la seriota mueca y tus redondeces se abstraen hasta enrolarse un milésimo de rayo polar.

Piano fugaz y efímera te saluda la pregunta ¿quién habitará el barro de tus deseos, el pus de tu letanía?, y en esa dramática furia sensorial -quien descubra las montañas de otoño, se descubre babel!, resuena de esta potencia sensorial, ese entramado, de brillantinas, arenas, hilos y mundos cohabitantes…. Y vino.

Conspiran signos de resultados y caen a las vísceras de tus letras, donde la penumbra se vuelve risa de sal y humo, lugar que me consulta el grito,- ¿los labios altos te llevan, a dónde? y un eco de invierno me recita de a ratitos  que me mojo-mojada, fantasia elevada en paraísos gravitantes. Me recuerda un suspiro perspicaz- ¿por qué la quietud es rabiosa e inesperada? Y esa tos seriota vomita -Te mintieron!, o te mentiste, la quietud es el truco sucio del idioma de la muralla!, claro dice el cohete del Illimani no hay opresor, oprimido-contraído , aunque sea huérfana esa pena, valió la pena y la espera deriva que me acercaron a esos hoyuelos cubiertos de signos y de a ratos por ronqueras.

El vértigo, constante, indica indicaciones, al viaje de ese largometraje que no oculta kilometraje, bordeando tus cejas peinadas, enfiladas-desparejas trigueñas-paralelas, que aquello que comienza con tu llanto donde se deshace el medano que fue trópico explosivo de aquel amor anfibio, aparece esa misteriosa composición de la canción que se juega a sentirse manifiesto. Manifiesta!, respira, inhala y florece tocar esa mágica  forma que enamora cuando abrazas los tres dedos del pulgar, indice y el del medio más mayor con tu rayo polar.

 

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